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Sobre el peruano crónico Garsilaso

Publicado: 2012-07-18

GARCILASO, EL PERUANO CRONICO

Eloy Jáuregui (Tu mala canallada. FUENTE: La Primera, 15/07/2012)

 Fisgón, El Inca Garcilaso de la Vega escogió el mes de abril para nacer y morir. Fue un 12 cuando vio la luz y un 22 cuando le dijo adiós a este mundo (1539-1616). Curioso el Inca, buscó un número cabalístico para quedar en la historia: 77 años y fue muerto feliz en España. Pero estaba más que en los fastos de la historia. Su gran obra, “Los Comentarios reales de los incas” se ubica como la pieza clave para entender “la peruanidad” como categoría de dignidad en todo terreno. Él impuso un estilo nacional hoy perdido en los usos del poder: lo decente y digno. La transculturación había empezado para entender al nacido en el Perú. Al peruano crónico. Y aquel, Inca por voluntad, era un tipo justo y que sufría un mal crónico: escribir crónicas históricas.

El Inca Garcilaso de la Vega no se llamaba así. Fue bautizado en el Cusco, con apellido en vez de nombre: Gómez Suárez de Figueroa. Nadie se llama Gómez, sólo él. Así, desde niño fue singular en esa pluralidad del mestizaje. Lo de Inca Garcilaso de la Vega es por el padre, un noble español, don Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas quien poseyó a la palla inca, Isabel Chimpu Ocllo, una nieta del Inca Túpac Yupanqui y sobrina del Inca Huayna Cápac. No obstante, a nuestro cronista solo le quedaba ser bastardo. En aquel tiempo, a los mestizos se les llamaba hijos de la conquista o hijos de ocasión y pecado. Vaya papeleta. Pero Garcilaso era la excepción. Además, fue el primer peruano con derecho. Notable. En esos días, no existía ese documento.

Este hijo del mestizaje inauguró nuestra sangre al licuar en sí la estirpe española con la nobleza incaica. El maestro Raúl Porras, en 1955, identificó el ataúd del inca en la cripta de la catedral morisca de Córdoba, donde yacía sin fama e identificó también su osamenta: “es la de un hombre de alta estatura como lo eran y lo son los indígenas del Cusco y los extremeños a cuya estirpe perteneció el Inca Garcilaso”.

Garcilaso, el primer mestizo de América toda, nació en medio del acoplamiento de dos grandes culturas. Pero fue testigo de un tiempo especial. Aquel de la barbarie de los vencedores y la resistencia de los invadidos. Ese capítulo que describe bien Pablo Macera –el historiador, no el Fujimorista—cuando afirma que los españoles de cabotaje atropellaron a los indígenas sin más. Cito: “por unas decenas de aventureros que en América rompieron todas las inhibiciones sexuales y económicas que les imponían en sus patrias el feudalismo cristiano”. Turba de zarrapastrosos o máquinas de guerra que llegaron a estas playas.

Quizá uno de los estudios recientes que mejor deconstruye y construye y vuelva a deconstruir el legado del Inca, es el trabajo del arqueólogo e historiador puneño, don Hernán Amat Olazával. Su libro “El Inca Garcilaso de la Vega (FEUAP, Lima 2012) activa los ejes de la historia con plasticidad narrativa. Emulsiona la memoria a través de las claves de una dialéctica de contrastes. Usa el verbo pero es mejor en el método. Ensaya, observa y contrasta. No hay otra forma para entender un pasado que está en la perspectiva para proyectar el futuro. Hoy más que nunca, es de lectura obligada. Hoy que andamos deprimidos de “peruanidad” es bueno como cataplasma de los tiempos.

Si es verdad que con la escritura nace la historia, entonces Garcilaso construyó la voz escrita que perdura a través del tiempo. Fundador, Garcilaso fue el cronista del ensamblaje. No solo tuvo mirada diferente al de Pedro Cieza de León, para citar al primer ibérico culto que escribió sobre estos lares, sino que perfiló el texto con el delicado trazo de la venganza. Justiciero, es el representante de estos nuevos americanos. Y refuerzo; digno, supo manejarse en un Cusco de transferencias legendarias. El Inca Garcilaso no fue solo un autor, fue un hombre modélico. Y a los 21 años ya vivía en España. Y escribió y escribió. Por ello lo recuerdo. Con reverencias de gran creador.

En mi poema “Retablo de Vilcabamba. 1542” con el epígrafe: “El Inca Garcilaso de la Vega conversa con Guamán Poma de Ayala y apenas si se oyen”, idealizo un diálogo que no existió pero como existiera. Ahí se lee lo siguiente en la voz de Guamán Poma: “ Desto te hablaba, señor: de eucaliptos sangrosos y corregimientos / para que se entere don Francisco de Toledo. Señor también y que es /de los terrenos del rey y que su Dios es de otros fuegos. /Desto te digo, señor, que domina los reinos de todos los hombres / y ordena a los huesos quebradizos que es maíz de los cráneos. /Desto te digo, gran Inca Garcilaso de la Vega allá en Montilla. /Que aquí en San Cristóbal de Sandondo se muere empalado /y que se entere antes de la finencia del Capac Atahuallpa / don Eloy Jáuregui y don Antonio Cornejo Polar /cuando vivan y usted descanse como León Hebreo /rumiando bilis de amor en la mezquita y catedral de Córdoba”.

El Inca le responde: “Y a usted, don Guamán Poma. Y a los indios, mestizos y criollos / de los reinos y provincias del grande y riquísimo imperio del Perú, / el Inca Garcilaso de la Vega, su hermano, compatriota y /paisano: les desea salud y felicidad y es difícil. /Sé, señor de abusos de curas, procuradores, encomenderos /y alcabaleros. Y se enterará don José Gabriel Túpac Amaru /Y habrá justicia y no matrimonio de lo andino con Occidente”.

Guamán Poma insiste: “No soy deslenguado, mis códigos son otros, don Inca Garcilaso. /Hay ocultamiento para el pontifical mundo: /Yuyaymi apauan. Pero mis recuerdos me arrastran / mis lágrimas del uacaymi caycan soncoyta son látigos. /Lomos de indio ofrecen que para padre supay infierno /y otros sol para los indios ladinos habrá como escritura. /No importa ser noble o capac. Mis quipus aparecerán en 1908 /en la Biblioteca Real de Copenhague. Desto te hablaba, Inca. / De que la hiel de la injusticia tiene libro y desto te muestro hoy / para que este libro se cante como nuestro himno del miramiento”. Cierto, no es un diálogo de sordos. No, es la conversación imposible de dos peruanos que intentan comunicarse y contarse dichas y penurias.

Y cómo nos hace falta ese diálogo. Ahora que los conquistadores españoles vienen disfrazados de mineros y en Cajamarca, hay una suerte de consolidación de la vieja conquista. Por ello es justo y necesario, una gran dosis de Inca Garcilaso. Por ello, en ayunas y por siempre, obligados, celebremos el Cuarto Centenario de los “Comentarios reales de los incas”. Un libro del primer Perú. Hoy, una obra del mejor país, el de los justos.


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Determinismos, un pesimista que ríe

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